Fotografía de Marta Chaves
08:40
Tampoco ésta es la hora de la playa vacía.
Del nordeste es el viento; y las gaviotas,
abriendo su plumaje,
en el aire prolongan las espumas
y gritan.
Una joven pareja, paseando descalzos
sobre el espejo frío de la orilla.
Se detienen, se besan, seductoras palabras
se intuyen evidentes al roce de los labios
desde el hombro desnudo a la mejilla,
y brillan.
Olor a mar y a bruma,
distante olor a ti.
Sobre algas frescas profundas, se mecen
los hijos que no tuvimos: son náufragos
ateridos -sus labios azulados-
y lloran.
Regusto de ansiedad: un perro dócil
en la lengua,
pero fiebre en los ojos de un caballo
desenfrenado y loco
que quiere galopar con furia mar adentro,
mar adentro
mar adentro.
No: tampoco ésta es la hora de una playa vacía.
Es hora del regreso, remontando la cuesta
hinchando los pulmones; y contando los pasos
o las piedras, o haciendo algo más estúpido
para volver a ser.
18:30
Candil de triste luz,
el día pudo ser, al fin, coronado
de un sol que sólo podría ser pura bondad
en esta región del norte bañada
de verde y azul,
tan alejada del hambre del mundo.
Alborozo de niños
jugando ya en la arena con sus gozosos padres.
Collares de abalorio en vírgenes mojadas
-tocinillos de cielo.
20:03
Va cayendo la tarde y, como si algo ocurriese
o bien que alguien pasara,
o que fuera un sonido o el aire respirado
-o es quizá todo un poco
o quizá nada-
o quizá nada-
hay algo que me lleva de nuevo a recordarte.
Y entonces sólo pienso en la mañana siguiente,
cuando vuelva a buscarte…
con la playa vacía.